Para jugar con dinosaurios

Viviendo letra por letra
8 min readSep 7, 2022

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Algo que recuerdo con gran cariño sobre ser niña fueron los momentos que pasé jugando con los juguetes que recibí en mis cumpleaños y navidades. Puede que no lo parezca ahora pero en aquellos tiempos me gustaban las muñecas, las casitas, los juegos de té, hasta los muñecos bebé, pero sobre todo los pequeños juguetes con forma de animalitos. Caminar por los largos pasillos del área de juguetes de los supermercados era algo que disfrutaba tanto, solo por eso me gustaba acompañar a mis papás a hacer las compras, aunque rara vez salía con algo de ahí (por no decir casi nunca) era toda una aventura entrar a esos pasillos y contemplar todo lo nuevo que se exhibía en los estantes.

Me gustaba contemplar los colores brillantes, los diferentes tamaños de cada juguete, cada Barbie siendo una sirena, astronauta, chef o una princesa, los animales de peluche con miradas tan tiernas que parecían casi implorar que los llevara a casa y las formas graciosas de algunos juguetes que me hacían reír; el aroma a hule, a nuevo. Fue una sensación única.

Sensación que hoy me parece irrepetible.

La primera vez que fui al cine fue para ver una película de dinosaurios que se había vuelto muy popular entre mis compañeros de la escuela, yo pensaba que ver una película fuera de casa era una locura, porque podías simplemente ir a esos famosos locales de renta de videocasetes y ver la misma película una y otra vez en la comodidad de tu casa hasta que llegara el día de devolverla e incluso podías repetir tus escenas favoritas sin problema en la videocasetera. Entonces, ¿qué podía tener de interesante el famoso cine?, me hice esa pregunta a mi misma tantas veces que la idea de salir a ver una película terminó por resultarme algo interesante. Ese día después de clases le comenté la idea a mi papá, él no la pensó dos veces, dijo que le parecía un muy buen plan y que durante el fin de semana iríamos al cine a ver esa película de dinosaurios de la que tanto hablaban en mi escuela.

Entrar a ese lugar resultó una gran experiencia, el aroma a palomitas de maíz abundaba en cada espacio, había varios juegos de maquinitas decoradas con colores brillantes, en las que algunos niños jugaban mientras esperaban a que iniciara la función de la película que verían, una dulcería que tenía combos de palomitas, sodas, nachos, hot dogs y cientos de deliciosos chocolates bien acomodados en ventanillas muy iluminadas que capturaban la atención de los clientes para hacerlos caer en la compra de uno de ellos.

¡Guau!- exclamé con gran asombro en cuanto noté lo que me había perdido al considerar una salida al cine como una locura.

Por una u otra razón ese día llegamos tarde a la primer función de “Dinosaurio”, según mi papá solo nos perderíamos los primeros 5 minutos del inicio de la película, dijo que no debíamos preocuparnos pues él sabía que hacer. Confié en su palabra y entramos a la enorme sala del cine en donde una pantalla gigante reproduciría la famosa película, en ese momento me quedó claro que siempre volvería al cine. Estaba por ser uno de mis lugares favoritos.

Al terminarse la película esperamos un par de minutos a que la siguiente función iniciara para poder ver lo que nos habíamos perdido, yo creí que era algo prohibido (lo era) pero mi papá dijo que estaba bien, que solo veríamos esa parte y nos iríamos sin problemas, él me abrazó muy fuerte para hacerme sentir mejor, yo encantada me quedé entre sus brazos mientras veíamos ese asombroso inicio. Si ya había amado la película, la amé el doble al ver las primeras escenas que me había perdido.

Pasé días hablando de lo asombroso que fue ver “Dinosaurio”, les preguntaba a mis papás si recordaban la escena del Carnotaurus que perseguía a sus pobres presas o cuando el dinosaurio protagonista se enfrentaba a él para proteger a su familia. Sé que los había hartado al mencionar lo mismo sin parar, pero ellos seguían respondiendo o añadiendo datos sobre la película para seguir hablando sobre ella.

Una tarde mi papá llegó con un libro ilustrativo que mostraba los diversos géneros de dinosaurios que habitaron el planeta Tierra, tenía imágenes que mostraban el tamaño real de cada especie, como nos veríamos los humanos al lado de uno de ellos, lo que comían, en que lugares habitaban y los descubrimientos de sus fósiles en la actualidad. Yo había descubierto un nuevo hobby: aprender más sobre los dinosaurios.

Estaba fascinada con ellos, me resultaba increíble que enormes reptiles habían dominado el planeta en el que yo vivía, aunque a veces me entristecía saber que fueron aniquilados por varios meteoritos y me preocupaba al pensar en sí realmente habrían sufrido como lo mostraron en la película. En ese tiempo yo aún no sabía leer, pero me las ingeniaba para entender lo que el libro mostraba, también solía esperar pacientemente a que mi mamá lo leyera en voz alta para mi mientras yo dejaba volar mi imaginación.

Ilustración de N.S. Armenta

No pasó mucho tiempo del estreno de la película para que juguetes con forma de dinosaurios se volvieran populares. De todos los que salieron a la venta, había un juguete en especial que había capturado mi atención. Era una marioneta con la cara de dos de los personajes principales de “Dinosaurio” que podías poner dentro de tu muñeca para hacerlos mover la boca al abrir y cerrar tu mano, el único problema es que esos juguetes no eran exhibidos en los largos pasillos de juguetes del supermercado, para poder tener uno había que juntar varios cupones que venían en unos dulces e ir a la tienda de conveniencia mas cercana a intercambiarlos por la cara de Aladar o Neera.

Yo no tenía ni idea de cómo iba a adquirir la cara del dinosaurio que quería si no me dejaban comer tantos dulces. Esta vez tener un juguete se había vuelto una doble misión imposible.

En la escuela ninguno de mis compañeros tenían ese juguete, tenían otros en forma de dinosaurios, pero ese no, así que pensé que quizás no era tan impresionante como lo anunciaban en televisión, no verlo de cerca me hizo abandonar la idea de tenerlo, ya no estaba desesperada por jugar con la cara de mis dinosaurios favoritos.

Hasta que un día vi a una vecina sacar ese juguete para mostrármelo. O mas bien, presumir. Me resultó injusto, ella ni siquiera había visto la película y ya tenía el juguete que yo tanto anhelaba, ¿cómo los había conseguido si tampoco comía tantos dulces?, ¿cómo le hizo para juntar los cupones necesarios?

-Mi papá lo compró sin tener que intercambiar los cupones, solo le pagó al repartidor de dulces y listo- dijo en tono burlón mientras se colocaba la cara de Neera en su muñeca. Ese era justamente el modelo que yo quería. Haber visto de cerca ese juguete hizo que mi anhelo (o locura) por tenerlo volviera, pero no estaba segura de si mis papás tendrían suficiente tiempo libre para esperar al repartidor de dulces. Estuve cabizbaja un par de días después, no quería salir a jugar con mis amigos porque sabía que vería a la presumida de mi vecina jugando con esa grandiosa cara de dinosaurio, sabía que encerrarme o llenarme de envida no eran buenas opciones; no tuve mas remedio que dejarlo pasar y esperar a que ella se ofreciera a prestarme ese juguete. Cosa que nunca hizo.

Días mas tarde mi mamá me dijo que me tenía una sorpresa, a mi hermana y a mi nos había comprado un regalo, era algo extraño porque ninguna de las dos cumplía años, tampoco sería navidad o algo parecido a una celebración, me pregunté un poco extrañada a qué se debería la sorpresa, ansiando poder ver el regalo, por supuesto. ¿Sería lo que tanto había querido?

No, no era el juguete que esperaba.

Todo ese tiempo había deseado la cara del dinosaurio hembra, Neera, ese valiente personaje que cuidó de su manada y que se enfrentó a su malvado hermano para salvar a los demás de ser devorados por el Carnotaurus; en su lugar obtuve al dinosaurio macho, Aladar, mi imaginación se vio dañada en ese momento porque, ¿podría ser capaz de jugar con esa dinosaurio?, ¿a pesar de no ser lo que tanto había esperado?

Sí, sí pude. Y fue mejor de lo que esperaba.

Al no darle tanta importancia al, sin querer, juguete equivocado, aprendí algo sumamente valioso: valorar lo que mi mamá había hecho ese día por mi. Ella se había levantado temprano y buscó en algunos puestos de juguetes usados por alguno que se pareciera al que yo quería, no encontró a Neera, pero sí al personaje mas importante: el protagonista.

Su acto de amor hizo que las horas que pasé jugando con mi nuevo dinosaurio fueran momentos increíbles.

Tal vez ella confiaba en mi imaginación, creyéndome capaz de hacer que esa cara de dinosaurio se transformara en todo lo que yo quisiera. Al final estaba en mi ponerle limites o no a la imaginación que tanto había dejado volar cuando aprendí sobre lo sorprendente que fueron los dinosaurios.

Así que opte por dejarla volar todavía mas alto con tan increíble juguete.

Los dinosaurios pasaron a ser una parte importante de mi niñez, aprender sobre ellos me ayudó a entender lo interesante que puede ser el mundo y a pensar en los inesperados cambios que llegan de un segundo a otro. Haber podido jugar con figuritas en forma de aquellos enormes reptiles han pasado a ser momentos que nunca olvidaré, pero veces pienso en sí habré apreciado lo suficiente los cumpleaños y navidades (o los momentos espontáneos) en los que recibí esos y otros juguetes como regalo. Espero que sí.

Porque cada uno de ellos fue importante para mí, significativamente hablando, si me pongo a pensar no solo recuerdo la celebración en la que los recibí, pienso en la cara de felicidad de mis padres al entregármelo, en el tiempo que se tomaron para buscar el juguete que yo había visto en el supermercado y en los sacrificios que hicieron para que fuera feliz.

Sin duda alguna fueron momentos irrepetibles.

Momentos en los que aprendí que para jugar con dinosaurios, solo necesitaba soltarme y dejar volar mi imaginación.

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